Prólogo:

En estas páginas se narran las historias que marcaron la vida de innumerables seres durante la primera y la segunda Guerra entre el Sagrado Imperio de Exquema y la República de los Dioses, un conflicto tan vasto que moldeó el universo en formas imposibles de expresar solo con palabras.

Aquí se recogen los relatos de guerreros cuyas existencias se extinguieron en el fragor de la batalla, pero cuyos nombres permanecen grabados en los vastos salones del honor, tanto del Imperio como de la República.

Son fragmentos de memorias antiguas, investigaciones preservadas por generaciones y testimonios heredados a través de la sangre y del tiempo. También, en algunos casos, son palabras escritas de puño y letra por sus propios protagonistas: voces que todavía resuenan como ecos en el silencio eterno de la guerra.


Índice:

I. El amanecer del conflicto

II. Voces en el fuego

III. Figuras de carne y hueso

IV. Relatos de Hierro y ceniza

V. Fotografías de memoria


I. El amanecer del conflicto

Los libros de historia, ya sean escritos en los archivos del Imperio o en los templos de la República, narran los hechos con semejanza inquietante: la tiranía de los Dioses, el pecado de un hijo, la rebelión de hombres y mujeres contra sus divinidades. Siempre aparece la guerra como un desastre que nunca debió ocurrir, un incendio evitable que nadie osó apagar.

No corresponde aquí juzgar quiénes fueron justos o malvados en aquellas dos guerras divinas, ni en las incontables guerras mortales que ardieron por todo el universo. Estamos aquí para dejar que hablen las voces que se alzaron en la densidad del combate: voces de quienes lucharon contra desconocidos, que derramaron sangre por ideales, por libertad… o por ambición.

Nadie gana en la guerra. Y, sin embargo, toda guerra concluida es preferible a mil que se prolongan.

El Imperio y la República fueron dos rostros de una misma moneda, desgastada hasta que su lucha no fue más que un laberinto de resentimientos. Esa guerra terminó solo porque algo aún peor amenazó con devorar la existencia misma. Pero no es de eso de lo que hablaremos aquí.